Raza: Alto Elfo. Queltharion

Queltharion estaba en un bosque. No sabía que bosque, y a pesar de tener un mapa en el bolsillo, no pensó en leerlo. Ahora su mente estaba en otro lugar. Llovía. Observaba su reflejo en el charco que el agua del cielo formaba a sus pies.
‘‘Nací en Quel-thalas, lugar del que solo conservo mi hogar natal y mi nombre’’
No sabía por qué pensaba en esto. Se había prometido a si mismo que lo olvidaría.
Alzó la vista al cielo. Las gotas de agua caían sobre su rostro. Sus ojos no veían el cielo gris que había sobre él, ni los árboles, ni la luna…
Veía un cielo azul, y un sol resplandeciente, como el que acostumbraba a ver en su tierra natal.

- Queltharion, Sinu a'manore.
Queltharion se limitó a responder al saludo con una simple inclinación de cabeza.
- ¿Cómo estás, joven?
- Me encuentro bien hoy, gracias.
Respondió con cierta sequedad. Desde hacía unos días sentía que algo malo iba a ocurrir. Algo relacionado con la Fuente del Sol.
La Fuente del Sol… Como la despreciaba. Despreciaba todo lo arcano, por esa adicción endemoniada. Sabía que algún día, la magia destrozaría a su raza. El medallón que se ceñía a su cuello le ayudaba a controlarse, en colaboración con una hora diaria de meditación.
Pero eso no importaba ahora mismo. ¿Qué era esa sensación de peligro que le invadía?
- Queltharion, ¿seguro que estás bien? Pareces preocupado por algo.
Le dirigió una mirada más reconfortante a su compañero.
- Estoy bien, solo necesito descansar. Últimamente no he dormido muy bien – ésta vez respondió con mas calidez.

Un trueno sacó a Queltharion de sus pensamientos. Estaba empapado, pero no le importaba. Siempre había sentido una especial fascinación por el agua, y, extrañamente, también por el fuego. Volvió a sus pensamientos, al día en el que sus sospechas fueron confirmadas. Algo acechaba Quel-thalas, en busca del poder de la Fuente del Sol.

La Plaga No-muerta cayó sobre ellos como una maldición. Sacrificando todo lo que les importaba, sus hermanos de raza destruyeron la Fuente del Sol, acabando con muchas vidas. Solo una décima parte de la población sobrevivió.
Y lo que decidieron hacer cambió su vida para siempre.
¿Aliarse con el demonio Illidan? ¿En qué demonios pensaba Kael’thas?
El príncipe elfo se adentró en Terrallende, no sin antes sustituir el nombre de la propia raza por el de Sin’dorei, elfos de sangre.
A partir de ese momento, Queltharion cambió completamente su modo de vida. Paso de ser un respetado arquero a un desertor odiado por su gente.
Nunca se convertiría en uno de esos elfos de sangre. A sus treinta años de edad, a pesar de ser muy joven, huyó de los Sin’dorei.

Descubrió que no todo estaba perdido. No era el único que había rehusado traicionar a su propio linaje. Aunque escasos, los altos elfos que se negaron a seguir a Kael’thas, se habían asentado en Ventormenta.
Sin dudarlo fue en su busca.
Al verle, los altos elfos, que le tenían por muerto, se alegraron tremendamente. Sin duda era una gran noticia haber recuperado a uno de sus más valiosos arqueros.
Pero Queltharion sabía lo que pocos de ellos aceptaban. No sería nada fácil que los enanos de Forjaz y los kal’dorei les aceptasen como aliados.
Decidió regresar junto a su antiguo pueblo. Tal vez junto a ellos su vida sería más fácil. Junto a su familia, junto a sus hermanos.
Los buscó durante un año, lejos de la sociedad, siempre bajo la sombra de los bosques.
Transcurrido ese tiempo, llegó a sus oídos la información que buscaba:
Los Sin’dorei trataban de reconstruir completamente su amada ciudad, Lunargenta. Sin pensárselo dos veces se encaminó a la ciudad, en busca de algún conocido que le hospedase.
Y lo encontró. Su propio hermano, ahora capitán del ejército de Lunargenta, le explicó todo lo que había ocurrido. Los Sin´dorei se habían unido a la Horda y planeaban destruir a los altos elfos restantes para convertirse en la raza elfa principal, sobre lo kal’dorei.
Al enterarse de esto algo cambió en él. El joven alegre y despreocupado que fue un día murió, siendo sustituido por un elfo despiadado y solitario. Su objetivo pasó de ser devolver a los Sin’dorei a su antiguo nombre, a aniquilarlos completamente.
- Y bien, hermano – le dijo a Queltharion – Has sido prudente regresando. Sin duda, volverás a ser aceptado entre nosotros.
Nunca supo lo que le ocurrió. Lo último vital que obtuvo, fueron unas palabras con un timbre familiar, pero totalmente diferente al que conocía:
- No, hermano – le decían – Ya no es necesario.
Cuando los elfos encontrasen el cuerpo de su superior, lo hallarían degollado, con una daga tremendamente conocida por todos ellos clavada en su espalda, y en el suelo, escrito con sangre, un mensaje que gobernaría las pesadillas de todos ellos durante años

<< Esto es solo una pequeña sombra de la oscuridad que ha caído sobre vuestro pueblo>>

Queltharion, Susurro de la Muerte.

Tras regresar a Ventormenta con la cabeza del capitán Sin’dorei, se le conoció como un héroe, e incluso los elfos nocturnos le consideraron un aliado, dado su nuevo odio por los elfos de sangre.
Un día despareció para no volver más por allí.

Ahora, cinco años después, ha vuelto a Ventormenta, igual que la primera vez, buscando a alguien.
Pero no para reunirse con él. Desde el árbol al que se había subido divisó al espía Sin’dorei que había estado siguiendo. De un salto se plantó frente a él.
- ¡Queltharion! – dijo el elfo aterrado, al reconocerle.
- Silencio – murmullo Queltharion – es hora de dormir.


Espero que os guste. Me costo Aserla