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 Iradiel, La mente torturada. [Alto Elfo]

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Trokken
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Iradiel, La mente torturada. [Alto Elfo] Empty
MensajeTema: Iradiel, La mente torturada. [Alto Elfo]   Iradiel, La mente torturada. [Alto Elfo] EmptyMiér Jul 09, 2008 1:49 pm

- Historia
Nombre: Iradiel
Raza: Alto Elfo
Clase: Sacerdote
Edad: 122 años


[...]Con un gemido de sus agujetas el, casi escuálido elfo, se sentó con expresión cansada en el suelo, usando un tronco, caído hacía ya tiempo, a modo de respaldo. Su objetivo estaba cerca, pero la imperiosa dependencia que nublaba su mente le impedía moverse un ápice más. Si pasaba un nuevo instante sin sentir su poder, sin notar el dulce cosquilleo que aquella sustancia provocaba en sus venas, acabaría volviéndose loco.

Iradiel no era más que una sombra del increíblemente hermoso elfo que fue hacía unos años. Durante las décadas que vivió en Quel´thalas el elfo había sido la envidia de sus congéneres debido a su belleza y gracia. Bien era cierto que nunca se había mostrado habilidoso con las armas, no obstante la luz había estado de su lado desde el momento de nacer. Hijo de una familia de alta alcurnia de Lunargenta, había sido puesto bajo la tutela de Sarithin, un anciano sacerdote de la ciudad, que adiestro y enseñó al joven durante sus primeros años, hasta que, unos años más tarde, apareció en la ciudad Iluthien, una sacerdotisa acompañada por sus dos hijas gemelas, Elenya y Surien, que acepto continuar las enseñanzas de Iradiel, enseñándole todo lo que sabía. Iradiel siempre había sido un muchacho avispado y aprendía las lecciones con rapidez, absorbiendo la infinidad de información sobre las divinidades como una esponja. Pronto entabló amistad con las hijas de su maestra, pues Iriadiel era un joven amable y encantador, al que le encantaba escuchar a los demás. Pero, sin duda alguna, su virtud más encomiable había sido la bondad. Siempre dispuesto a ayudar, siempre dispuesto a dar consejo, a...

Iradiel no deseaba recordar todo aquello. Solo quería satisfacer su necesidad. Rebuscaba con ansia enfermiza en el interior de su desgastada y sucia bolsa, y durante un instante una pizca de temor se dibujó en sus ojos, pues por un momento creyó que lo había perdido. Cuando las yemas de sus dedos tocaron el contorno de un objeto pequeño, duro y frío Iriadel dio un suspiro de alivio.

Con un rápido movimiento el elfo sacó un hermoso colgante de plata y oro, de construcción claramente elfica, y lo observó con deseo. Ya podía sentir las arcanas energías que habitaban en su interior dándole la sensación de que le llamaban a gritos para embriagar su mente con el sabor de la magia.

El elfo había olvidado ya cuando había empezado todo aquello, cuando su afición por la energía arcana se había convertido en obsesión. Aún así aquello había significado su total perdición. La mente de Iradiel, aunque bondadosa, nunca había sido demasiado fuerte. Su mayor deseo era conseguir la paz eterna, paz para todos, sin importar razas ni culturas, un mundo unificado bajo la misma bandera, un mundo glorioso si, pero también un mundo imposible. Y fueron muchos los que intentaron borrar de su mente tan imposible empresa, sin embargo el orgullo y su, excesivamente tolerante, mente se negaba a admitir que aquel sueño no era más que una utopía imposible. Hasta que la legión ardiente atacó.

Cuando comenzó la ultima gran guerra contra la legión, cuando algunos elfos abandonaron Quel´thalas dejando atrás su tierra natal y a sus hermanos, que desde entonces pasaron a llamarse elfos de sangre, Iradiel se dio cuenta de que el mundo que el siempre había deseado no lo iba a lograr ver jamás, pues no seguía mas que un imposible. Nunca llegó a comprender como hermanos, muchos de ellos incluso hermanos biológicos, pudieron llegar a odiarse de aquella manera. Aquel podría decirse que fue el hecho que marcó el comienzo de la decadencia del elfo.

Iradiel fue testigo del asesinato de Sylvanas a manos de Arthas. Testigo de la invasión de la plaga y testigo de cómo el pozo del sol fue corrompido para devolver al mundo a el mil veces maldito Kel´tuzad. Y como el, decenas de elfos presenciaron aquel fatídico día.

Con una sonrisa casi lasciva Iradiel observó con mirada de amante la joya que sostenía en su mano. Allí, en el centro de la exquisita filigrana del colgante, una diminuta urna de cristal, de apenas un par de centímetros, guardaba celosamente un par de gotas del antiguo Pozo del Sol. Insignificantes y sin poder suficiente para crear un nuevo pozo, pero si lo bastante poderosas como para imbuir continuamente el colgante de magia, de energía arcana con la que poder saciar el elfo su enfermiza dependencia.

Entrecerrando los ojos el rubio elfo, de melena enmarañada y sucia, comenzó a absorber la esencia mágica del artilugio.

Cinco años atrás Iradiel se encontró solo y perdido. Al ver la corrupción del pozo del sol se alejó de Lunargenta aterrado por lo que había visto. Fue entonces cuando las dudas comenzaron a invadir su mente. ¿Dónde estaban los dioses en aquellos momentos de necesidad? ¿Acaso todo aquello que había aprendido no tenía ningún sentido en aquel mundo demente? Y la fe comenzó a desaparecer en su interior. La luz parecía haberse alejado de el , y con ella la cordura.

Durante aquellos últimos años Iradiel había vagado sin rumbo por los reinos del este, como un mendigo, una simple sombra de su gloria pasada, maldiciendo a los dioses y distanciándose cada vez más de ellos. Su dependencia a la magia había aumentado hasta transformarse en una enfermedad obsesiva, tal y como mostraba su demacrado rostro, su blanca túnica hecha jirones, el cabello sucio y despeinado y el semblante triste. Caminando donde le llevaban los pies Iradiel había pasado horas y horas meditando bajo los efectos del exceso de energía arcana en el interior de su mente. Pensando y convenciéndose a cada nuevo paso que daba de que las divinidades disfrutaban de todo aquello desde su morada, que todos ellas no nos veían más que como marionetas que manipular y con las que entretenerse.

Poco a poco Iradiel se retrajo cada vez más hacia si mismo, hasta convertirse en una criatura totalmente antisocial, que rehuía del contacto con el resto de razas. Ya apenas quedaba un resquicio del antiguo y risueño sacerdote.

Habían pasado un par de minutos cuando el elfo quedo totalmente extasiado y satisfecho con la absorción mágica. Guardando de nuevo la mochila elevo la mirada al cielo. Ya podía continuar su camino, pues desde hacía aproximadamente un mes y medio, el elfo había dejado de vagar sin sentido, de caminar sin rumbo alguno. Algo se había activado en algún lugar del bosque de Elwyn. Como un brillante faro en medio de su desesperante oscuridad algo le atraía irremediablemente hacia Ventormenta. Podía sentir los flujos de magia buscando su mismo objetivo, como si aquel nuevo poder activado en la capital humana atrajera las energías arcanas bajo el mandato de aquel extraño fenómeno que Iradiel no era capaz de comprender. Sin embargo el elfo sabía que eso no era importante. Le daba igual el porque ocurría, el solo quería nueva energía arcana que canalizar, con la que deleitarse.

Con un crujido de huesos el drogado elfo se volvió a poner en pie y, tras guardar el colgante de nuevo en la bolsa, continuo caminando tambaleante sin saber que su vida estaba apunto de cambiar de nuevo.

Y así comienza la historia de Iradiel, en un arenoso camino, repleto de suciedad y mugre, con la túnica, que alguna vez fue de un blanco exquisito, hecha jirones. Con la mente atormentada por la locura, con la creencia de que es el útimo alto elfo de Azeroth y que los demas solo son espiritus errantes que intentan enloqucer su ya de por si poco cuerda mente. Sin embargo el objetivo que busca, allí en la ciudad de Ventormenta le volverá a poner en contacto con los suyos, y tras cinco años perdido, y dándole muchos por muerto, el, antes bondadoso clérigo e increíblemente favorecido por la luz , volvera transformado en un desecho de lo que fue, un sacerdote sin fe, esclavo de su afición a las energía arcanas y con la visión de un mundo mucho más negro.


- Descripcion
Físico:


A pesar de la decadencia en la que ha caído Iradiel, sus rasgos aún guardan la belleza casi sobrenatural del elfo. De larga melena rubia y ojos de un azul penetrante. Nunca fue demasiado corpulento, sin embargo las largas horas de hambruna le han convertido en un ser escuálido de piel enfermiza, débil y ojeroso.

Mide aproximadamente 5,5 pies de altura y tiene una marca de nacimiento en el hombro derecho.

Personalidad:

Cinco años antes: Iradiel era un elfo extremadamente bondadoso y altruista, con una fe intachable. Poco preparado para la guerra y la batalla a la que detestaba. Siempre intentaba dar consejo a todo aquel que lo necesitaba, sirviendo de guía, tanto de temas espirituales como de temas banales, a pesar de su corta edad. De carácter soñador, alegre y muy simpático, con un gran sentido del humor. Sin embargo, a pesar de ser un buen consejero era realmente malo en las discusiones pues perdía la compostura con facilidad y era fácilmente irritable. Su terquedad y sus grandes ilusiones sobre un mundo mejor le llevaron a su perdición.

En la actualidad:
Todos los altos elfos son adictos a la magia, sin embargo aquella adicción se convirtió en obsesión para Iradiel tras el ataque de la Legión Ardiente. Consumido por esa dependencia la mente del elfo esta deteriorada. El antes amable sacerdote se ha convertido en una criatura antisocial, solitaria y muy reservada. Ya nunca sonríe y el único atisbo de sentimiento que puede verse en su rostro es el de una infinita tristeza. De carácter taciturno y lacónico parece haberse quedado estancado en el pasado. Debido a la excesiva absorción de energía arcana su mente parece abotargada y perezosa. Cree fervientemente que es el último de su raza y a perdido totalmente la fe en los dioses y en la luz, olvidando sus capacidades curativas.

Iradiel se ha vuelto desconfiado y mucho más irritable que antes, por lo que cuando algún caminante se ha cruzado con el no han tardado mucho en darle de lado y alejarse de el.

Y así comienza todo. ¿Recuperará Iradiel la fe perdida o seguirá hundiéndose en el torbellino de oscuridad que lo tiene atrapado? Eso solo el tiempo lo dirá.[...]
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Leinos
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MensajeTema: Re: Iradiel, La mente torturada. [Alto Elfo]   Iradiel, La mente torturada. [Alto Elfo] EmptyMiér Jul 09, 2008 9:57 pm

Es buena, la historia pero eres sacerdote sin luz?
Yo soy alto elfo Paladin, y no tenemos sed de mana
por que la luz a calmado nuestro espiritu.
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