HISTORIA DE DAVID EL GNOMO
Soy un gnomo, aquí en el bosque soy feliz, bajo un árbol vivo yo... No enserio, esta es mi historia, tened en cuenta que vengo de la taberna y ando un poco mareado, así que si digo alguna insensatez ruego me disculpen.
A ver, soy natural de Gnomeregan, cuando crecí un poco (bastante poco a decir verdad porque no llego al medio metro ni con mi gorro de punta) fui a trabajar a Forjaz. Tras duros años de trabajo en dicha ciudad fuí despedido, al jefe no le gustaban las bromas que les gastaba a los clientes. No entendían mi número del ventrílocuo, en fin, no pasa nada... hay más tanatorios. No me desanimé, salí a la calle y me puse a buscar trabajo. Como a nadie le acababa de gustar como empleado decidí montar mi propio negocio.
Con los conocimientos adquiridos de mi familia en ingeniería monte una tiendecita en Ventormenta. Vendía de todo, desde máquinas para desayunar para zurdos (para diestros no creí que tuvieran éxito) hasta robots para romper máquinas para desayunar y así los clientes tendrían que comprar más máquinas para desayunar (soy todo un genio de las finanzas), todo fabricado manualmente por mi. La tienda no tuvo el éxito esperado pero los escasos beneficios tenía suficiente para mantenerme (con comprar un conejo comía una semana). Todo cambió cuando abrieron Gnomolandia al lado de mi pobre tiendecita. En Gnomolandia tenias todo cuanto pudieras imaginarte (incluso máquinas para desayunar para diestros) y supuso el fin de mi negocio. Tras esto, me armé de valor, me puse mis mejores galas y fui a Gnomolandia a por un empleo. Los “mandamás” de esta dichosa supertienda me enviaron a freír espárragos después de ver las cosas de mi tienda. Esto no me sentó demasiado bien así que prepare un arsenal de cuchillos zanahoria, bombas de queso y escudos colador y junto a todos mis robots destruye máquinas para desayunar reprogramados asalté la tienda y la destrocé de arriba a abajo, y es por eso que no encontrareis ninguna tienda Gnomolandia en Ventormenta. Los directivos se enteraron de que fui yo, aunque no se como (tal vez porque escribí cientos de veces y con letras gigantes “David el gnomo was here”) y me pusieron una demanda que me dejaron en calzoncillos. Resignado abandoné la ciudad y decidí vivir la vida sin ataduras, viajando de pueblo en pueblo, construyendo lo que me pedían las gentes de los distintos lugares y así he conseguido ganarme la vida dignamente hasta día de hoy.
Decidí hacer un curso de mago por correspondencia que aun no he acabado porque no lo llevo al día del todo. Debería ir a clase tres veces por semana pero me da mucha pereza y prefiero quedarme en casa de vez en cuando tumbado en el suelo girando sobre mi mismo accionando un extintor, que yo mismo invente, para llenar toda la casa de una nube de polvo azul (y no estoy loco, todos los gnomo que conozco lo hacen. A mi me lo dicen las voces de mi cabeza, las oigo a todas horas, everytime, tuentifour houers Trescientos sesenta y cinco días al año). En cuanto al curso de mago, aunque no soy un alumno modelo me desenvuelvo bastante bien usando la magia, soy capaz de hacer hechizos sencillos que me ayudan a elaborar máquinas con mayor facilidad, y esto es solo el principio. Cuando sea un buen mago usare esos conocimientos combinados con mi habilidad para hacer máquinas y crearé grandes cosas que supondrán un antes y un después en el mundo entero y los estúpidos directivos de Gnomolandia tendrán que reconocer quien es el más grande gnomo de todos (en sentido metafórico), pero para ello necesito seguir practicando y mejorando.
Si me veis, podéis pedirme cualquier cosa y con gusto os lo confeccionaré en el menor tiempo posible y con un presupuesto más que razonable. Preguntad por David el gnomo.
Atentamente, David.