Nombre: Dalhan
Raza: Quebrado paladín
Aquella mañana desperté lleno de sudor y con una extraña sensación de angustia.
No se por qué demonios me sentia tan mal, al fin y al cabo hoy era el gran día. Por fin me iban a nombrar paladín de la luz.
Me lebanté de la cama y fui a darme una ducha caliente. Me vestí en mi armadura de malla de iniciado y fui a despedirme de ella.
Irmya. Lo mejor que me ha pasado en la vida. La mujer de mi vida.
La dije que volvería pronto a casa y que volvería convertido en un Caballero de la Luz.
Yo diría que tardé demasiado; y aquello fue lo que me salvó.
Monté a lomos de mi elekk y partí hacia el Templo de Telhamat.
El ritual litúrgico de nombramiento se produjo con normalidad. El caballero que me invistió al menester de paladín no fue otro que el gran Rumatu.
Me hizo jurar que protegería a los débiles, castigaría a los malvados y tendría una fe profunda en el bien y en los Naaru.
Recuerdo perfectamente como se despidió de mí, tras haberme nombrado paladin:
- Recuerda, hermano, que si alguna vez te hallas ahogándote en un mar de oscuridad. Lo que has de hacer es nadar hacia la superficie, luchar, luchar hasta tu ultimo aliento contra la adversidad.
Después me entretuve charlando con mi amigo Kazu, ayudante del maestro de hipogrifos de Templo. Mas tarde partí hacia mi hogar, Sha´naari, donde me esperaba mi amada Irmya. Por el camino ocurrió algo que jamás podría olvidar. Del cielo cayero Infernales y con ellos llegó la corrupción de La Legión Ardiente. Cuando llegue ya era tarde. Los demonios estaban destruyendo lo que había sido Sah´naari.
Maté algunos con mi mandoble, abriendome paso hasta mi casa.
Allí me esperaba Irmya. O mas bien la que había sido Irmya. Había mutado y ahora era lo que más tarde denominaríamos Quebrado. Huí espantado hacia Shattrath. Allí descubrí que no había esperanza; los orcos nos habían traicionado. Al igual que algunos de los nuestros. Logré colarme en El Exodar y llegué a Azeroth.
Allí hice tratos con humanos, pase por las tierras de Kalimdor, Tanaris, Un´Goro, Silithus, el Marjal Recónfago... Y pase por Lordaeron, unas tierras antiguamente de los Humanos, que habían sido corrompidas por la Plaga de la Legión.
Llegue a los Humedales, a Dun Modr, a Ventormenta y allí descubrí que el Portal Oscuro que comunicaba Outland con Azeroth había sido abierto....
Pronto me mentalicé. Las razas de Azeroth estaban reconquistando Outland.
Yo volvería por Irmya y encontraría una cura para su mutación.
Cuando hube llegado a lo que ahora era la Península de Fuego Infernal, fui al Templo de Telhamat. Allí estaba mi mentor y maestro, Rumatu. Me dio un lugar donde dormir aquella noche. A la mañana siguiente me deseó suerte en mi empresa y partí hacia las Ruinas de Sha´naari.
Allí descubrí que los Demonios Illidari habia tomado la cuidad y hacho esclavos a sus habitantes, que ahora eran quebrados. Maté a muchos demonios mientras mi boca soltaba insultos e improperios. Busqué a Irmya, mas no la encontré.
Lo que encontré fue mi perdición. Caí dentro de un pozo demoníaco.
¨¡Seré estúpido!¨-Pensé.
Mi mutación fue rápida y sumamente dolorosa.
Arrastrándome logré llegar hasta El Templo. Allí me recogió Rumatu.
- Hijo mío, que te ha ocurrido...
Le pidió al sacerdote Amaan que curase mis heridas.
El sacerdote de los Naaru accedió apostillando que podria haber sido peor...que podria haber acabado convertido en un Perdido...
¿Acaso podía ocurrirme algo aún peor que esto???